terça-feira, 29 de março de 2011

Cotidiano y colateral

Llevaba prisa y conducía sin apenas mirar el paisaje. Aún así, sabía que el día estaba gris y que marzo se despedía con las manos frías. Escondía una sensación de tristeza acogedora, de esas que cantan como sirenas y observan como serpientes. La reprimía en la garganta, en el cuenco del alma y se dejaba aturdir por las palabras saladas del locutor que hablaba en la radio sin llegar a decir nada. Conducía con prisa. Al llegar al peaje calculó el vial para la cabina más breve. El tiempo deshaciendo nudos en los reflejos. Al acercarse, el coche de la derecha rectificó su decisión y cambió torpemente de carril para deslizarse en el suyo. Sin pensarlo, ella modificó la trayectoria y miró con desprecio hacia el otro conductor. Miró con esa cara de asco que viene de serie instalada en las ventanillas. Cara de asco y, además, pronunció lentamente un insulto para ser leído en los labios. Un arrebato de ira proporcional al tiempo que la apretaba. Pero la mirada tropezó en el cristal de la acompañante y rebotó. Rebotó una cara pálida y triste ajena a las maniobras, a las palabras sucias y a las prisas. El insulto se le deshizo en la boca con un gusto agrio y estúpido. Y lo peor es que para ese incidente, no hubo trayectoria alternativa. La palabra perdida hirió a aquella mujer y la prisa, entonces, se quedó atascada en esa sensación de disparate cotidiano que atasca los días.

sexta-feira, 25 de março de 2011

Noticias

Dejó el periódico sobre la mesa rezumando sangre. La abracé.
-Dime algo, por favor, algo dulce.
Entonces le conté que han vuelto las primeras golondrinas a nuestra aldea. Que los parques se llenan de niños los domingos con los zapatos de suela y con los cabellos peinados. Que en el suelo hay un charco flores de camelia y que ella, tan cerca así, dentro del abrazo, conserva el olor cálido de los recién nacidos.
Todo era tan cierto como las noticias. La vida, esa sangre corriendo por su cauce.

quinta-feira, 24 de março de 2011

Palabras

Hay palabras que no existen pero podemos decirlas. Cerramos los ojos y aparecen mientras alguien escucha y las espera. Dibujan un sendero de balizas que brillan para poder seguir al menos un poquito. Palabras como luciérnagas amigas. Parece que no existen, pero las pronunciamos nada más inventarlas y arden en medio de las angustias y los miedos, de los vacíos y la soledad. Hay palabras que brotan sin que sepamos donde. Manantiales de consuelo para abrazar incluso en la distancia.

quarta-feira, 23 de março de 2011

Culpa

Treinta y tres años después todavía sentía aquella sensación ahogadora de culpa que la paralizó mientras leía la esquela. Tenía entonces diecisiete años y la vida invadía su cuerpo con la insaciabilidad de la inocencia. El doctor la reconocía con calma y hacía preguntas cotidianas. Ella se abotonaba de nuevo la blusa sin pudor y entonces él, sin levantar la vista de sus anotaciones, le hizo aquella pregunta. Ella respondió que sí y que tenía pareja más o menos estable. Entonces él, prudentemente, le preguntó si podría decirle la frecuencia. Y ella, con cierto descaro y tomándose su tiempo, respondió que dos o tres al día, a veces cuatro. Sonrió guardando los detalles, pero con cierta osadía. Él simplemente anotó la cifra. Todo estaba en orden. El pequeño nódulo de la garganta no era preocupante, solo vigilarlo y volver en un año.
Dos días después ella leía y releía el nombre del fallecido en aquella esquela, atrapada en un temor que no podía evitar. En la casa comentaban, con voz baja, que al parecer tenía una querida.Que se tiró del noveno piso del edificio en que tenía la consulta. Un hombre todavía joven.
Treinta y tres años después todavía lo recuerda y guarda, como un secreto, aquella conversación.

segunda-feira, 21 de março de 2011

Casi quince años.

La primavera llenó de brillos sus ojos y tensó sus labios divertidos al llegar la noche . Un aire de cansancio y una cierta dejadez envuelta en sueño y risas.
-Me acompañas a tomar un cola-cao,,mamá? - me dijo. Y solo le respondí: espera. Pero tenía las pupilas llenas de sueño y atrapó mi palabra como una mariposa para jugar con ella:
“Espera”.. espera! Tengo un momento poético! “espera... Esperar es... esperar es... esperar es dejar pasar el tiempo...”-
La miré, tenía un brazo de poeta alzado en un gesto de creación arrebatada.
Me contagió su risa.
Hay noches en que el tiempo se despliega como un mazo de cartas sobre la mesa para que leamos con claridad todo lo que ha pasado.
Dejar pasar el tiempo era llegar aquí.

sexta-feira, 18 de março de 2011

Flores que no se marchitan

La florista vestía mi gardenia para regalo y entró ella. Era una mujer madura, pretendidamente elegante, cabello suelto, perfumada, labios y pómulos inflamados de bótox redibujando un rostro que ya no era más el que iba a ser suyo. Voluntad de ser otra antes que envejecer. Las tres nos instalamos en el silencio y seguíamos con paciencia las manos que envolvían la gardenia.
Un silencio con muescas de papel.
En un movimiento ágil para alcanzar un lazo, la florista levantó la vista y la descubrió esperando.
-Qué deseaba?
Entonces habló la mujer que estaba dejando de ser ella para ser otra anterior que no habría sido. Habló con una voz envejecida que sí era suya, la misma que habría tenido. Quería enviar unas flores a un hotel, tenía que ser temprano, eran para un chico. Pero a ese chico le gustaban las flores, aclaró.
Sin dejar de manipular la gardenia blanca, con calma, sin brillos ni miradas, la señora de la tienda puntualizó que abrían a las 10.
La mujer sin edad pareció conformarse y admitir las diez como hora temprana pero repitió que las flores eran para un chico. No dijo hombre, ni señor, dijo chico.
-Pero le gustan las flores, qué me recomiendas?
Insistió. Insistió hasta tres veces.
Pagué mi gardenia y después de dar las gracias salí de la tienda sin poder olvidarla. Sin poder olvidar sus pómulos y su labio superior paralizado en la forma artificial de un beso joven que tal vez nunca ofreció. Sin poder olvidar que sus flores eran para un chico que se iba temprano del hotel. Sin poder olvidar el miedo que nos da que nos alcance el tiempo.

terça-feira, 15 de março de 2011

Raíces

Dejó el coche al comienzo del camino y se adentró entre los viñedos. Los sarmientos doloridos, sin podar a mediados de marzo, parecían continuar los dedos, ahora quietos y fríos, de su padre. Caía una lluvia dulce y protectora. Calma. Entre los pies de la vid se enredaban las zarzas voraces. Al fondo de la finca un castaño brotaba contra el cielo con un verde insolente en la tarde gris. Pasó junto a un frutal que no reconocía, diminutas las flores rosas se deshacían en el agua.
Qué será de esta tierra ahora, pensó. Y se apiadó del abandono al que la muerte de él la condenaba. Un mirlo cantó como si rezara y el camino se hizo largo y oscuro terminando el día. Acarició los tallos de la vid como si todavía recordara sus manos. Y regresó sin apenas manchar los zapatos.
Pero la tierra, detrás de sus pasos, estremeció las raíces y sintió lástima.

domingo, 13 de março de 2011

El color del agua

Estaban sentados junto al río sin decir nada. Solo se escuchaba correr el agua, mansa, hacia algún lugar que era siempre el mismo. Miraban el agua sin poder dejar de hacerlo, como si los ojos anhelasen ser peces.
-La eternidad, si existe, tiene este color.
Lo dijo ella porque lo estaba pensando. También estaba pensando que aquel verde del río, denso y profundo, seguiría siendo el mismo si sumergiese sus manos para sacarlo. Pero volvió a callarse porque no cabían más palabras para abrazar el ritmo del agua: la eternidad, si existe, tiene este color.
El cielo estaba gris y los árboles, en marzo, eran apenas un deseo incontenible y aún descolorido. El frío pasaba cruel por el dorso de sus manos y sus labios. Pero el río, el río era verde sin conciencia ni razón.
-Mírame- dijo él- y se miraron. Fue solo un instante, pero cierto: los dos tenían ahora la mirada verde. Verde, del mismo color inconfundible de la eternidad.

sábado, 12 de março de 2011

Cambiar la mirada

A veces es difícil escribir porque los días se vuelven líquidos y se derraman sin poder retenerlos. Otras veces porque no sabemos qué decir o porque lo que callamos es demasiado triste o demasiado trivial para dejarlo caer entre tanta tristeza. A veces es mejor acoger en el silencio, arropar sin rasgar la integridad del dolor.
Estos días, hay esquirlas rebotadas que arañan y callan. Pero callar es respirar y cambiar la mirada.

quinta-feira, 3 de março de 2011

Andresillo

A veces, como una radio que rastrea el espacio, encuentra en la memoria versos sueltos que declama mientras sonríe. Lo hace con un propositado acento de nostalgia, se despoja de recuerdos y esculpe la despedida. Sabe que noventa años le dan derecho a casi todo e interpreta su salida de escena disfrutando, buscando el golpe de efecto sin avaricia de aplausos. Así entró el domingo en la galería mientras yo cosía. Arrastraba los pies y con las manos en alto, temblorosas, recitaba dramático en alta voz: “La Libertad, El Pueblo, repetía por calles y por plazas, cuando el jardín se cubre de heliotropos, de blancos lírios y de rosas pálidas...” Se para delante de mí con una sonrisa cínica porque ha visto mi sorpresa y aclara:
-Es el Andresillo, de Víctor Hugo... Los Miserables...
Otras veces se lo he oído recitar. Siempre esos versos, siempre ahí la pausa. Jirones apenas de poemas que recuerda. Restos de lo que nunca estudió sino en la soledad de su orgullo. Cultura hecha de harapos mal cosidos a su saber.
Hoy he tecleado A n d r e s i l l o en las “búsquedas” y he encontrado el poema completo. Otra infancia imposible. No sé si las lágrimas han sido por el niño, por el anciano o por la emoción de conocer las despedida.

terça-feira, 1 de março de 2011

Retrato

Se alejó del lienzo lo que su modesto apartamento permitía. Los pinceles en la mano. Inclinó la cabeza como si la diagonal de la perspectiva hiciera más fácil mirar. Todavía no. Se sentó allí mismo, en el suelo, a diez pasos del retrato y alcanzó el teléfono.
-Llevo toda la tarde pintando... - dijo.
Al otro lado del auricular una voz solo miraba la noche desde la ventana. La oscuridad. La oscuridad envolvía las palabras y, sin espacio, parecían más cerca y apretadas.
-Y?-
-No lo consigo, es cada vez peor!-
-Has pintado los ojos?-
-...todavía no...-
-...
-Es que.. es como un revoltijo.. lo miro.. - y era cierto que lo miraba mientras decía que lo miraba- solo es un revoltijo de pintura cada vez más grande. Parece que todos los ángeles del infierno hayan venido a verlo.. parece que esté contemplando el mismo infierno.. .
Entonces solo salió una pregunta al encuentro de la duda.
-Frida, qué estabas pintando?
-El rostro de un haitiano.
-El rostro de un haitiano después del terremoto implorando al cielo. Me parece que vas bien.
La cabeza se inclinó hacia el otro lado. Las manchas sobre el lienzo se equilibraron en la nueva diagonal. El silencio sopló sobre el desaliento.
-Me parece que vas bien... Y todavía no has tocado la mirada...