domingo, 13 de março de 2011

El color del agua

Estaban sentados junto al río sin decir nada. Solo se escuchaba correr el agua, mansa, hacia algún lugar que era siempre el mismo. Miraban el agua sin poder dejar de hacerlo, como si los ojos anhelasen ser peces.
-La eternidad, si existe, tiene este color.
Lo dijo ella porque lo estaba pensando. También estaba pensando que aquel verde del río, denso y profundo, seguiría siendo el mismo si sumergiese sus manos para sacarlo. Pero volvió a callarse porque no cabían más palabras para abrazar el ritmo del agua: la eternidad, si existe, tiene este color.
El cielo estaba gris y los árboles, en marzo, eran apenas un deseo incontenible y aún descolorido. El frío pasaba cruel por el dorso de sus manos y sus labios. Pero el río, el río era verde sin conciencia ni razón.
-Mírame- dijo él- y se miraron. Fue solo un instante, pero cierto: los dos tenían ahora la mirada verde. Verde, del mismo color inconfundible de la eternidad.

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