terça-feira, 8 de janeiro de 2013

Cocina

Me habla de espaldas y desde la altura incómoda de sus zapatos de tacón mientras aclara bajo el agua, guantes de látex, los últimos cubiertos. Veo la lazada del mandil y sus largas piernas. Su espalda levemente encorvada hacia el fregadero. Me habla lentamente, con el remanso del cansancio. La cocina huele a clavo y a carne guisada.
Entonces se vuelve y sus ojos brillan con el titubeo de unas lágrimas.
-¿Sabes?- dice -yo también he caído en la trampa.

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